En el s.XXI nuestros alumnos saben combinar múltiples tareas con una agilidad natural: subir, descargar, mezclar música, fotos, vídeos, usar textos, mensajes instantáneos, conectarse, participar en juegos y foros de realidad virtual, crear blogs, podcasts, y un sinfín de herramientas tecnológicas; y todo ello, sin duda, no lo han aprendido en las escuelas.
En este escenario, los jóvenes de nuestra sociedad, tienen un reto por delante, y es convertirse en personas formadas y completas en medio de un gran experimento social que empezó hace más de una década, y del cual no éramos del todo conscientes en aquel momento: la hiperconectividad y alfabetismo mediático. Hace años hablábamos de la brecha digital, ¿lo recuerdas? nos referíamos a las diferencias entre aquellos núcleos sociales con facilidad al acceso digital frente a los que no lo tenían; hoy este término adquiere otro matiz: la brecha digital se refiere más a quienes saben cómo crear y expresarse en este lenguaje de la pantalla.
Y si damos un paso más, el desafío nuestro, particularmente como educadores, no es limitarnos a sólo enseñar las disciplinas básicas, sino incorporar también la capacidad de abordar y evaluar la información en línea, cuestionar su veracidad y asimilar valores éticos en cuestiones mediáticas a fin de que nuestros alumnos comprendan y aprendan a reconocer la fuerza persuasiva de los medios visuales”. Jacobs H., en su libro “Lo esencial de la educación para un mundo en cambio” invita a considerar el “alfabetismo mediático” como un área esencial a incluir en la formación de nuestro aprendizaje, traspasando lo que las legislaciones educativas todavía están lejos de considerar como parte del plan de estudios.
Y en efecto, tenemos la responsabilidad, como educadores, la de no ignorar el contexto presente y ver el principio de la indagación como herramienta clave en la que trabajar y entrenar a nuestros alumnos en el campo digital. En este momento tan fascinante, con cambios incorporándose casi sin tiempo de asimilación, es el momento de diseñar un plan acerca de cuáles han de ser los hábitos mentales en los que formar a nuestros alumnos para que sean más rigurosos, críticos y formen una visión más equilibrada de lo que les llega de forma industrializada.